La toxina botulínica es una toxina que afecta a los nervios (neurotoxina) producida por una bacteria llamada Clostridium botulinum (responsable de una enfermedad llamada botulismo). La toxina botulínica impide que las señales nerviosas se trasmitan desde los nervios a los músculos, produciendo una parálisis muscular temporal sin lesionar las estructuras nerviosas.
La inyección de toxina botulínica en el músculo a través de la piel, elimina o reduce de forma temporal tanto las arrugas de expresión (las que aparecen al hacer algún movimiento o gesto con la cara) como las arrugas del entrecejo, del cuello y las “patas de gallo”, todas ellas debidas, en gran parte, a la contracción de los músculos subyacentes. La toxina paraliza estos músculos temporalmente, con lo que la piel adquiere un aspecto liso y la expresión se suaviza y rejuvenece.
El procedimiento de inyección de la toxina botulínica no es molesto y no precisa anestesia. Si fuera posible, las personas en tratamiento con antiagregantes (aspirina) o anticoagulantes deberían suspender dicho tratamiento unos días antes para evitar hematomas (moratones).
En los lugares de inyección puede aparecer una leve inflamación fugaz o un hematoma (moratón), siendo la reincorporación social inmediata. Es recomendable no acostarse, no tocarse ni gesticular con las regiones tratadas en las tres o cuatro horas siguientes a las inyecciones para evitar que la toxina se desplace a zonas que no se desea tratar.